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domingo, 8 de marzo de 2020

Otro Día Más.


Miro el reloj. ¡Qué tarde es!
Todavía no he tenido tiempo de sentarme a descansar.
"Hace tiempo decidí que hacer cenas para todo el mundo me suponía un tremendo esfuerzo, así que me centro solo en mis hijos y si sobra algo de lo que les he puesto pues me lo como yo.
Los niños tienen que cenar antes para acostarse pronto y a mí eso de tener que ensuciar la cocina antes de las ocho y volver a hacerlo cuando llega él de trabajar... como que no me seduce, la verdad.
Máxime cuando no mueve un dedo ni para acercar los platos a la mesa. Siempre esperando a que se lo sirva yo..."

Cuando llego del trabajo a las seis casi no puedo ni beber un vaso de agua porque tengo que ir corriendo a recogerlos a las actividades extraescolares.
Las 6 es más o menos mi hora de llegada.
Mi marido tiene horario comercial. Entra a trabajar a las 10 y sale a las 2. Por la tarde entra a las 17:30 y sale a las 21:00.
Yo entro a las 9 pero al trabajar a dos horas de aquí y no disponer de vehículo propio porque se lo lleva mi marido puedes imaginarte a las horas que tengo que levantarme; además he de salir con tiempo por si surge un contratiempo en el camino y encima llego tarde.
Él tiene más suerte que yo, trabaja en la misma ciudad en la que vivimos y si quisiese podría coger un autobús que le deja en la mismísima puerta del trabajo, pero le es más cómodo llevarse el coche porque así no tiene que madrugar. 
A veces incluso se va andando por hacer algo de ejercicio; el pobre se pasa todo el día sentado.
Al contrario que él, yo me paso toda mi jornada laboral de pie y si a eso le sumamos que en el transporte público casi nunca encuentro asiento de lo lleno que va y lo acelerada que tengo que ir pensando en no perder el tren y el autobús que tengo que coger para llegar al trabajo... al final termino muerta.
Por la tarde cuando recojo a los niños, les traigo a merendar a casa (eso cuando estamos en invierno que cuando hace bueno las criaturas necesitan que les de el aire y disfrutar un poco en el parque) y mientras terminan, me quito los zapatos, me pongo ropa cómoda y a seguir con las tareas domésticas. Por más broncas que tenemos, no consigo que haga nada de la casa.
Mientras pongo una lavadora, voy limpiando el polvo, recogiendo las habitaciones y luego le doy un poquito a la plancha.
Los niños terminan de merendar y se tienen que poner con los deberes o a estudiar.
Reviso todo lo que tienen que hacer y les dejo organizándose con las tareas.
Me quedan todavía un par de camisas y limpiar los baños aunque no sé si me dará tiempo, se empieza a hacer un poco tarde y después de ducharlos, ya tengo que ponerme con la cena.
Tengo que repasar mentalmente lo que cenaron estos días atrás para no repetir y recordar lo que han comido en el cole para no ponerles lo mismo.
Mi marido prefiere que los niños coman en el colegio, así come lo que le apetece cuando llega a casa a medio día y se echa una buena siesta hasta la hora de volver al trabajo.
Yo podría dejar la comida preparada para que así los niños pudiesen comer en casa con él. Comerían mejor y más sano sin duda pero no está muy por la labor de tener que ocuparse de "tantas cosas" como eso conlleva.
Otra opción sería que él les preparase algo de comer y ya de paso me dejase un poquito a mí para cuando llego muerta de hambre del trabajo pero está muy cansado a medio día y con hacer que recoge lo que mancha, ya tiene bastante. Si no, no le daría tiempo a echarse su siesta.
Hace tiempo, cocinaba después de que se durmiesen los niños por la noche para que pudiesen comer en casa junto con su padre pero para él era un incordio andar calentándoles la comida y preparar tantas cosas, y aunque me duele decirlo, si tuviese que volver a dejar la comida echa para el día siguiente, creo que me daría un síncope. 
Ni siquiera era capaz de recoger los cacharros o platos que se ensuciaban, ahí me los dejaba todos amontonados en la pila y cuando yo llegaba a casa tenía una tarea más por hacer...
¡¡No me da más de sí la vidaaaa!!
Siento que estoy trabajando para nada.
Con lo que ganas, me dice, tenemos para pagar el comedor de los niños y las actividades extraescolares a las que van después de salir del cole.
Y yo me pregunto: ¿No cundiría más el dinero si los dos colaborásemos en casa?
Todo lo que gano se lo lleva el colegio y cuando vuelvo del trabajo me tengo que poner con los niños y la casa.
Me paso los días trabajando para a final de mes sacar en limpio qué ¿unos cuantos euros?
Me siento explotada por mis jefes y por mi marido.
Mis jefes me pagan bastante menos que al inútil que tengo en frente y eso que mi titulación es superior a la suya. Y mi marido con eso de que "las tareas domésticas y los hijos son para la mujer", se recompensa con una buena siesta o sentándose en el sillón con los pies en alto cuando llega a casa evadiéndose de todas las responsabilidades que conlleva formar una familia.
A final de mes no queda rastro de mi sueldo porque él lo interpreta como "un complemento" al suyo y tiramos de él para todo.
Y cuidado no quieras comprarte un abrigo y unos zapatos a la vez porque como ya estarías tirando de su sueldo, encima te dice que vaya mesecito de gastos que llevamos.
Debo ser una incomprendida porque nunca me entiende cuando me quejo.
A menudo me pregunto qué he hecho yo para merecer esto. Pero son lentejas, nena. Si quieres las comes o si no las dejas.
¿En el siglo XXI y todavía con estas? No, no.
Nuestros hijos aprenden de lo que ven y en casa como algo natural, están viendo que papá y mamá aunque trabajan los dos, no tienen las mismas responsabilidades.
Papá siempre tiene tiempo para descansar, salir con la bici o quedar con sus amigos y es mamá la que se encarga de hacerlo todo o casi todo y nunca o casi nunca tiene tiempo par dedicarle a sus amistades, aficiones o simplemente a cuidarse un poco.
Papá necesita su espacio, lo reclama y ejerce ese derecho aunque no piensa en que mamá que trabaja físicamente más que él, también necesita esa libertad...
Él piensa que es injusto que yo le pida que colabore en casa o con los niños porque está todo el día trabajando y las tres horas libres que tiene a medio día las quieres para descansar y desconectar.
Yo tengo según él un horario mejor y puedo descansar todo lo que quiera cuando llego a casa porque ya no tengo que volver al trabajo ni tengo obligaciones ni responsabilidades con las que cumplir.
¡¿Cómo?!
¡¡Pero si tengo dos empleos!!
Uno por el que me gano un sueldo y otro con el que me gano sinsabores e ingratitud.
Al principio me decía: ¡Si estás cansada, no lo hagas. Ya se hará...!
Y bueno, yo pensaba que era porque lo haría él después o en el fin de semana, ya que yo trabajo de lunes a domingo.
Nada más lejos de la realidad. Sin duda se refería a que en algún momento yo sacaría tiempo para hacerlo.
El fin de semana lo necesita para descansar, pasar horas jugando en el ordenador o consola y ver la tv tranquilamente mientras se toma una cerveza.
Yo puedo relajarme también porque como al día siguiente ellos no tienen que madrugar, puedo hacer las cosas de una forma más pausada; ya no hay prisas.  
¿Pero es que acaso no tenemos que salir a comprar? ¿vas a hacer tú las cenas y comidas para que yo al menos en el fin de semana me estrese menos y me siente un poquito?
La respuesta es No. Un rotundo No. 
Antes compraba varias veces entre semana al salir del trabajo o al llegar a casa y venía cargada como una mula.  
Un día decidí que como los fines de semana tampoco hacíamos nada de vida familiar, aprovecharíamos el sábado por la tarde cuando yo llegase a casa para ir a comprar en familia y por lo menos salir juntos a alguna parte. Con un poco de suerte nos quedaríamos a cenar por ahí y bueno, menos da una piedra.
¡¡Vaya planazo ¿verdad?!!
 Los niños me recriminan que nunca hacemos nada. 
Los padres de sus amigos les sacan a pasear con las bicis, salen al cine, les llevan de excursión... Sin embargo a él nunca le recriminan nada.  
Será quizás porque cuando hablan con él les dice que como yo trabajo todos los días, no podemos ir a ninguna parte. 
Me siento mal porque al final va a ser verdad que es culpa mía no poder darles a mis niños lo que necesitan. 
A veces me vengo abajo y me dan ganas de tirar la toalla, dejar de trabajar y dedicarme en cuerpo y alma a ellos, pero luego me doy cuenta que no serviría de nada. Mi marido no cambiaría en su actitud.
Gracias a ese "complemento de su sueldo" que gano todos los meses podemos irnos de vacaciones y hacer o comprar otras cosas que sin él no podríamos.
Soy una privilegiada por llegar a casa a esas horas.
Si no trabajase, los niños merendarían más o menos a la misma hora y las tareas domésticas, que también me las comería yo, las haría de la misma forma. Eso sí, no tendría que ir a matacaballo para terminar con todo en un tiempo record pero ¿salvo eso? creo que no le veo ninguna ventaja a dejar mi trabajo y quedarme en casa.
Tampoco saldríamos más que ahora porque él no estaría dispuesto a darnos su tiempo.
A cansancio no hay quién me gane pero ¿y la satisfacción que siento al ver que tengo una independencia económica y que llegado el momento no necesitaría depender de nadie para sobrevivir?
¡Que le podría mandar a paseo, vaya!... 
Las cosas empezaron a cambiar y ya no dejo que la tristeza me invada.
Si no quería hacerlo por las buenas, entendiendo que la colaboración debía ser mutua, entonces tendría que ser por las malas.
¡¡Que no me da más de sí la vida, a ver si te enteras!!
Tienes manos ¿no? pues te haces la cama, te planchas tu ropa, te la lavas y te la tiendes. Y si tu baño parece un estercolero... con cerrar la puerta tengo la solución. Ojos que no ven, corazón que no siente. Al fin y al cabo yo me ducho y arreglo en el baño de los niños.
Empecé a pensar más en mí y a tener una actitud más pasota.
Con el tema de las comidas... ya no tengo remordimientos. 
Los niños comen bien en el cole, de hecho, ninguno ha muerto de eso. Si todos sobreviven, los míos también. Lo que no te mata te hace más fuerte.
¿Que no le da la gana planchar su ropa y hay un cerro de camisas y pantalones esperándole...? No es asunto mío. Al fin y al cabo lo mío y lo de los niños está todo hecho.
¿Que de su baño ya cuelgan telarañas? Bueno, así en verano se quedan atrapados los mosquitos.
He aprendido a ver la vida de otra manera y a cuidar de mí un poco más.
Es un alivio no tener que ir tan acelerada cuando llego a casa.
Parar no paro en toda la tarde pero al menos ya sólo tengo que limpiar un baño y el montón de ropa para planchar y doblar se ha reducido a la mitad. Parece que no pero se nota...
Creo que es una pena tener que andar así pero si de esa manera mis hijos aprenden que en una convivencia los esfuerzos y sacrificios deben ser por ambas partes, habré puesto mi granito de arena para que en un futuro ellos no exijan a su pareja que por el hecho de ser mujer, cargue con todas las responsabilidades. 
La colaboración, el amor y el respeto mutuo son la clave para vivir en armonía.
Desde el día que dije: ¡Me planto, hasta aquí hemos llegado!, va todo mejor.
Los niños estiran su cama antes de irse al cole, recogen lo del desayuno y se doblan su ropa.
Ya van siendo mayorcitos y son capaces perfectamente de ir haciendo cosas y lo más importante de todo es que son conscientes de que si colaboramos entre todos, las tareas se terminan más rápido y sobra más tiempo para disfrutar los unos de los otros.
Falta todavía mucho pero lo importante es perseverar.
Y ahora... a seguir inculcando la igualdad y luchado por ella.
FELIZ DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA.                                    
(Fragmento del texto que forma parte de "Momentos de Soledad". Escrito © by Sylvia M.G.D)

© LOS COLORES DE SYLVIA
© Textos, fotos e ilustraciones ©by Sylvia M.G.D